"Pienso que en mucha gente existe un deseo semejante de no tener que empezar, un deseo semejante de encontrarse, ya desde el comienzo del juego, al otro lado del discurso, sin haber tenido que considerar desde el exterior cuanto podía tener de singular, de temible, incluso quizás de maléfico".
La cita corresponde a la introducción de "El Orden del Discurso" de Michel Foucault, con quien no puedo más que estar de acuerdo. Y es que el inicio de algo es un acto de violencia. No existe nada que empiece realmente, al menos en la experiencia humana. Todo es continuación de otra cosa.
Presente tanto en los pequeños inicios (como el de este blog) como en los grandes, la violencia de los comienzos radica gran parte en tener que clasificar, delimitar, caracterizar de antemano aquello que (no) iniciamos.
Me rehuso, conciente de que es una rebeldía inútil. Es tan irremediable el inicio como su carácter ilusorio. Pero cuidado, ilusión no es mentira, muchas ilusiones son la materialidad misma de la verdad, o al menos de la realidad.
Igual me rehuso, no voy a decir de qué se trata este espacio (primera clasificación: es un espacio), no voy a intentar predecir el carácter de las publicaciones (segunda clasificación: son discursos escritos publicables), las mismas no serán experiencias personales, no serán artículos de corte periodístico, no serán reflexiones, no serán relatos, ni cuentos, tampoco serán cualquier cosa, "lo que surja".
Sin embargo puede que sean todas esas cosas las que desfilen por acá.
No es una gran apertura, pero es una apertura al fin.
Será que los inicios no son algo natural para el ser humano ¿O acaso alguien se acuerda del día de su nacimiento? Y sin embargo, el ser humano es el único capaz de iniciar algo, de fundar, de inaugurar. Bueno, algunos consideramos que Dios también es capaz de iniciar, y es de hecho, el único verdaderamente capaz de un inicio.
Intentaré alimentar este discurso semanalmente, pero que se sepa, por mínimo que sea no voy a someterme a un nuevo inicio cada semana. Será un discurso continuo, ininterrumpido, con matices, pero indivisible.
De esta manera me subo a un discurso que viene siendo. La lógica de redes ha hecho mucho por esta capacidad de no iniciar: a deteriorado la solemnidad y la burocracia del libro, la revista o la publicación sobre papel, ha hecho que los discursos floten y circulen en un océano discursivo sin inicio ni fin. Puedo empezar sin que nadie se de cuenta, sin que nadie lo espere.
Lo mejor que podría suceder es que nadie lea esta introducción, que los que accedan a este blog lo hagan recién a partir de la segunda publicación...
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